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Un matrimonio que ora junto, es un matrimonio que vive en victoria.

“Orad sin cesar, dad gracias en todo.” 1 Tesalonicenses 5:17

No cabe duda que el matrimonio es una bendición que viene de Dios, y Él desea que por siempre predomine la unidad.

En una de las conferencias del ministerio Family Life, el autor del tema “Construyendo matrimonios que duren para Siempre”, relata la historia de una pareja cristiana que luchaba a diario por mantenerse unida. Ellos se habían dado cuenta que poco a poco se iba apagando la llama de su amor y como consecuencia de esto se estaban distanciando.

En el retiro que les tocó vivir, “Un Fin de Semana para Recordar”, se percataron que llevaban heridas muy profundas, emocionales y espirituales que sólo el Señor podía sanar.

Esta pareja recuerda claramente las palabras del expositor cuando les decía, la Unión Matrimonial es un proceso para toda la vida que requiere que dependamos de Dios y forjemos una relación duradera según su diseño. Es mucho más que una simple mezcla de dos seres humanos. Es una fusión del cuerpo, alma y espíritu.

Pero esta fusión solo se logrará cuando le permitamos a Dios ser el centro de nuestro hogar, matrimonio y familia.

Esta experiencia, se parece un poco a la mía, cuando un día mi esposo y yo, decidimos renovar nuestro Pacto Matrimonial en un retiro de parejas, llamado ALMA, donde reafirmamos nuestros votos y nos consolidamos como matrimonio.

Sin duda, esta ceremonia nos recordó a Parrish y a mí, que Dios seguirá edificando nuestra relación, desde el momento en que aprendamos a serle fieles y constantes en la Oración. Entendí entonces. “QUE UN “MATRIMONIO QUE ORA JUNTO, ES UN MATRIMONIO QUE VIVE EN VICTORIA” ¡Amén!

Peticiones de oración

• Transparencia en la relación conyugal
• Fortalecimiento de los lazos de amor en

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Una familia que ora unida, permanece unida.

“La familia está llamada a ser templo, o sea casa de oración, una oración sencilla,
nos llena de esfuerzo y ternura. Una oración debe hacerse vida, para que toda la vida
se convierta en oración.” JUAN PABLO II


La familia está conformada por un grupo de personas que comparten un proyecto vital de existencia en común. Están ligados con fuertes sentimientos de pertenencia, donde se apoyan, se sostienen y se animan los unos con los otros.

Hace un tiempo atrás fui maestra de la Escuela Dominical, enseñaba a niños de entre seis y ocho años, y en una clase les abordé el tema de la familia. La dinámica era compartir las diferentes situaciones y experiencias que les tocaba vivir a cada uno de ellos con relación a su vida familiar.

Algunos mencionaban con alegría que sus padres eran personas que los respetaban y los amaban mucho, y que oraban con ellos y por ellos. Otros en cambio, con tristeza y con lágrimas, decían que los agredían y los lastimaban constantemente y que nunca los vieron orar por ellos.

Historias como estas son las que a diario se repiten en diferentes hogares, y esto nos recuerda que cada uno de nosotros tenemos responsabilidades y roles que cumplir. Los hijos: obedecer, dejarse orientar y guiar por sus padres. Los padres: guiar bien a los hijos y precautelar su integridad.

Es en la familia donde se cultivan los valores y los buenos hábitos, por lo tanto es allí donde debería iniciarse nuestra primera experiencia con Dios. Orar juntos, leer la Palabra, hará de nosotros, una familia fuerte, y con bases firmes y saludables para esta generación y para las venideras.

LA VIDA DE FE, EMPIEZA EN CASA

Peticiones de oración
• Pidamos al Señor por la unidad familiar.
• Oremos por un avivamiento y despertar espiritual al interior de la familia.
• Clamemos a Dios por sanidad integral.

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Combate el temor con la Oración

“Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio”.                                                                               2 Timoteo 1:7 NVI

Cuando el temor se apodera de nosotras, nos quedamos paralizadas, es como ver cara a cara a un gigante con el cual no podemos batallar, el temor ataca a todos, sin discriminación de género y edad.  Como madres podemos sentir temor en diversas situaciones relacionadas con nuestros hijos y con nosotras mismas, principalmente cuando se apodera esa sensación de incapacidad, para poder guiar y formar a nuestros hijos de una manera eficiente.

Recordemos que el temor no proviene de Dios, es una forma en que el enemigo nos ataca y nos limita a ver hacia delante. El temor NO es real, es un convencimiento falso que parece verdadero. No aceptemos los temores que provienen del enemigo, cerremos la puerta con la oración.

El miedo nos debilita, mas Dios nos fortalece cuando mantenemos una continua comunión con ÉL en oración.

Dios nos ha dotado de un Espíritu de valentía, de amor y dominio propio, usemos estos poderosos recursos y seamos valientes en presentar nuestros temores en la intimidad con el Señor, con la seguridad de que al ORAR el poder se libera en contra de nuestros pensamientos de mal, de temor y de frustración.

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Yo Soy Dios

“Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios”. Salmos 46:10 NVI

Cuando uno se convierte en madre, ciertamente la quietud no es parte de nuestro diario vivir, ya que la maternidad conlleva a siempre estar en movimiento, en acción, atendiendo las necesidades de nuestros hijos, el colegio, las tareas diarias en el hogar, cuando se encuentran enfermos, llevarlos a las clases extracurriculares, etc. Ser madre, es ser todóloga.

Dios demanda QUIETUD en todo momento, esto no significa ser pasivas o cómodas en nuestro rol de madre, más bien el Señor nos dice que debemos hacer todo lo que EL nos guíe a hacer, sin tratar de anteponernos a sus planes, aunque en ocasiones tratamos de ir delante de EL confiando en nuestro propio esfuerzo.

Debemos orar y someter nuestros planes y anhelos que tenemos para nuestros hijos, a Dios, de esta manera nos abrazará un sentido de paz a todo lo que esperamos en EL. Aprendamos a confiar en el Señor, porque EL es DIOS, EL sabe qué, cómo, cuándo y para qué va a permitir cada plan que tiene trazado para cada uno de nuestros hijos. Si hoy no estás viendo con tus ojos físicos lo que anhelas para ese hijo/a, EL te dice que inclines tu corazón con total confianza, quédate tranquila y conoce que EL ES DIOS.

“Cuando te sientas afanada y ansiosa, no desmayes en la oración y reconoce que el es Dios, confía y espera”.

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Hagamos una fiesta

“Porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.” Lucas 15:24

El padre del hijo pródigo o despilfarrador grabó una verdadera novela de la vida real. Se asemeja a lo que hoy viven muchos padres con sus hijos. El menor pidió la herencia y se fue lejos para no tener supervisión. Allá se perdió en el vicio, se revolcó en el lodo y malgastó lo que a él no le costó.

Cuando necesitó ayuda nadie se compadeció de él, pero en  su conciencia había un testimonio de la buena enseñanza de un padre amoroso. La necesidad, la soledad y la conciencia se unieron para hacerle reflexionar y se combinaron para su arrepentimiento.

Sus palabras de arrepentimiento testifican de su conocimiento falto de experiencia de fe. Su deseo acompañado de su voluntad le sirvió para iniciar de nuevo.

Solo hacía falta un último ingrediente: alguien que le diera valor a sus palabras de arrepentimiento y celebrara públicamente ese giro en su vida; el paso de fe que necesita el apoyo incondicional.

Como en toda novela, no faltó el villano que quería echar a perder la esencia del drama. El hijo mayor no se alegró por el regreso de su hermano, sin embargo, el padre de familia no se deja influenciar por la actitud de este hijo que confía en su propia justicia que esconde crítica, envidia y amargura.

Vísitanos: Urdesa Central, Victor Emilio Estrada 822 e Higueras

Cuántos hijos en el día de hoy nos ponemos este mismo ropaje. Pedimos sin importar lo que costó a nuestros padres obtenerlo, nos alejamos para no ser supervisados, malgastamos sin valorar lo que tenemos, probamos aquí y allá, pero finalmente nada nos sacia.

Finalmente la Palabra de Dios que fue sembrada en nuestro corazón nos avisa que estamos mal, que necesitamos un cambio y que nada es mejor que regresar a casa, donde nos aman y de donde salimos

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Amor y respeto

“Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido.” Efesios 5:33

En la vida existen palabras que implican acciones, actitudes o verdades claves para lograr armonía en el desarrollo humano. Por ejemplo, las palabras: equilibrio, salud, compromiso, amistad, fe, responsabilidad, etc. Dentro de esas palabras están las que cita el apóstol Pablo en su orientación hacia el matrimonio: “Amor” y “respeto”.

Una adolescente se avergonzaba de su madre porque tenía la cara quemada. Esta hija única al reunirse con sus compañeras de colegio para hacer tareas extra clase, evadía que fueran a la suya. Pero un día ya no pudo con la presión y sus amigas decidieron caerle en casa. No le quedó más que hacerlas pasar. Cuando se presentó la madre ante el grupo, ella salió de la sala disimuladamente. Al otro día una de las amigas le preguntó la causa de las quemaduras de su madre, pero no le pudo contestar.

Al regresar a casa le preguntó a su mamá el porqué de las quemaduras. La madre llorando le contó que un día la casa se incendió mientras ella lavaba la ropa y al darse cuenta que su única hija estaba dentro, corrió a salvarla. Como su cuerpo estaba mojado, solo se le quemó la cara, pero logró salvar a su hija. Nunca te lo había contado, le dijo la madre a la hija, pero ahora que ya tienes edad te lo puedo contar.

La hija comenzó a llorar y le confesó a su madre la vergüenza que le daba presentarla ante sus amigas. Pero a partir de hoy tus cicatrices serán un honor para mí. Perdóname mamá, tu amor se ha ganado mi respeto y cariño, dijo la hija. Ni aún quería besarte, pero desde hoy recibirás de mí, no solo besos, sino muchas caricias y a todo el que pueda le diré quién es mi madre.

Dios ha puesto en el ser humano la capacidad de amar y como fruto del amor se produce el respeto. En el hogar, los hijos necesitan atestiguar estas virtudes manifiestas y así experimentarán como Dios diseñó la vida para bendecir nuestros corazones.

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El gozo en el matrimonio

“Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora.”

En la vida matrimonial el gozo no debe faltar. Juan el apóstol nos recuerda un evento muy particular donde nuestro Señor Jesucristo es el protagonista por excelencia.

“Las bodas de Caná de Galilea” (Jn. 2:1-12).

El Nuevo testamento no aprueba que el cristiano nacido de nuevo sea bebedor de vino, sin embargo, Jesús interviene en esta boda para que no falte el vino, “el buen vino”. La enseñanza en este pasaje es que por la presencia de Jesús a estos recién casados no les faltó el gozo en su fiesta de bodas.

El Antiguo Testamento hace un énfasis muy particular referente al vino, de manera que éste no aporta mucho a la vida del hombre y lo resume diciendo: “dad el vino a los de amargado ánimo” (Pr. 31:6).

Uno de los grandes desafíos para la vida matrimonial es no caer en la amargura por los sinsabores que aparecen en el caminar de la pareja matrimonial.

Se requiere la intervención de nuestro Señor Jesucristo para no caer en ese remolino absorbente que puede devastarnos y causar estragos.

Si queremos mantener la frescura y la vitalidad que solamente nos da el Señor, debemos mantener en nuestro caminar matrimonial el gozo que viene de su Espíritu Santo. Libérese de toda contaminación emocional que interfiera en su trato de pareja, esto es un verdadero desafío, pero finalmente es una necesidad para la salud en todo sentido. ¡Clame al Señor por esa libertad!

Una vez que el amor de Cristo es el motor de nuestro trato matrimonial, su gozo no podrá faltar. Dios Padre reservó la presencia de su Hijo para nuestros días y debemos aprovecharlo. Esa es la base fundamental para que su paz inunde nuestro hogar.

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La paternidad es intransferible

¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?

Algunos padres dicen: “En mi ausencia mi padre se encarga de mis hijos”; otros declaran “No paso con ellos, pero cuando lo hago es tiempo de calidad”; otros más comentan “Mis hijos son todo para mí, aunque mi esposa (o) y yo no nos llevamos bien”. Cada una de estas declaraciones son tendenciosas y atentan contra la salud mental personal y la unidad familiar.

Ser padre es un rol intransferible y es un regalo que Dios da para enfocarse plenamente en cumplirlo. Muchas heridas surgen de allí precisamente, de la ausencia de los padres.

Ningún cuidado extra paterno cumplirá como el que los padres desempeñan, por muy especial que sea. Cualquier apoyo extra de cuidado a los hijos, tendrá que dirigirse desde el perfil que los padres inician, fortaleciendo las normas que los padres establecen y motivando en los hijos el cariño, respeto y obediencia a sus padres

Cualquier distorsión de esto atentará contra el genuino amor hacia los padres.

Algunos consejos para avanzar y fortalecer el rol paterno son:

  1. Amor incondicional a los hijos. Padre los hijos deben recibir amor.
  2. Reglas claras en el hogar. Las pautas ayudan a guardar el orden, el respeto entre las personas y lo que se espera de cada integrante del hogar.
  3. Acompañamiento personalizado. Cada hijo según sus particularidades debe tener el apoyo, respaldo y guía requerido para cumplir sus propias metas ligadas a la unidad familiar.
  4. El matrimonio unido en la fe con amor y respeto. Cualquier intento de crecer y avanzar como familia se respalda en la unidad matrimonial que Dios ha diseñado para bendecirnos. Uno de los regalos fundamentales de un padre o madre a sus hijos es  amar a su cónyuge. Cada cónyuge representa el padre o la madre de un hijo que  necesita sentir que sus primogenitores son amados y respetados. Cualquier modelo distinto  atenta contra este principio fundamental de la salud emocional y mental del individuo.
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Sin justicia no hay paz

“Y el efecto de la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre.”                                                                                    Isaías 32:17

La paz que el mundo no da es la que nuestro Señor Jesucristo prometió a sus hijos. ¡Cuánto la anhelamos!  Sin embargo está más cerca de lo que pensamos. Si existe algún terreno en el cual podemos implantar la justicia es en nuestro hogar. Allí, el terreno es nuestro, los jugadores son los que nosotros escogimos y las reglas las ponemos nosotros.

El principio que Dios estableció es: “la paz llega como resultado de la justicia”. Un padre de familia no puede poner las reglas de una ciudad, en la escuela tampoco, ni siquiera en el equipo de fulbol donde juega el hijo, pero en su propia casa, sí. Es allí donde los padres deberán desplegar toda su sapiencia. El consejo sagrado nos dice: “obedeced en el Señor a vuestros padres y no provoquéis a ira a vuestros hijos”. Tanto lo uno como lo otro son necesarios, aplicarlos trae equilibrio, sanidad y santidad a la familia. Las reglas preparan el ambiente para entender la funcionalidad de los principios. El hijo que desde temprano aprende a obedecer las reglas estará preparado para amar más tarde los principios.

Todo niño necesita reglas y todo joven debe tener claros los principios que como familia nos distinguen. En ese sentido Dios es nuestro modelo, él pone reglas y él nos da principios (Pr. 3:11, 12).

Debemos comprender el impacto positivo o negativo que vamos a causar en nuestros hijos. Al instruirlos no antepongamos el sentimiento a la razón, ni actuemos por rivalidad entre esposos, no actuemos con favoritismo por algún hijo, ni pensemos que el amor consecuenta ciertas conductas nocivas, despojémonos de la sobreprotección, etc. Muchos hogares anhelan paz pero se olvidan de la justicia en el trato familiar.

Todo en el hogar se constituye en un modelo, bueno o malo.

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Sabiduría para salvación

“Y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.” 2 Timoteo 3:15

En nuestra sociedad existe una gran preocupación porque nuestros hijos reciban instrucción escolar de calidad. Entre más acomodada sea la clase social, cada vez más el esfuerzo por alcanzar esta meta es mayor. Los padres se endeudan, recortan otros presupuestos, trabajan horas extras y algunos hasta hacen préstamos para pagar estudios más caros. Hasta aquí todo perfecto, ¡que hermoso sueño!

Las expresiones que se declaran para justificar el sueño dicen: “Es la mejor herencia que puedo dejarles a mis hijos”; “Quiero que mis hijos sean autosuficientes y no dependan de sus cónyuges”; “Quiero que mi hijo(a) sea alguien en la vida”; y así se escuchan diversas frases célebres.

El consejo de Dios nos dice que hay una sabiduría que es para salvación, aquella dada por Dios a través de su Palabra, la que nutre el alma del niño, del adolescente o del joven, según sea el caso. Aquella sabiduría que los padres deben dar a sus hijos instruyéndolos en el camino de la salvación.

Todo padre o tutor que experimenta salvación en Cristo debe instruir a sus hijos en ese camino, asegurándose de que sea real, evidente y contundente. Esto es una prioridad en la vida de fe.

Estas dos realidades tienen que considerarse al criar a los hijos en un entorno donde la Palabra de Dios se conoce. Ninguna desplaza a la otra, son complementarias. Nunca es tarde para retomar la senda de vida y fortaleza que necesitan los hijos, pero será también una bendición para los padres que necesitan realizarse como tales.

Vencer los desafíos del hogar trae sanidad al alma y marcará un modelo que asegurará victoria a varias generaciones por venir. Nuestro Señor desea asegurar no solo nuestra victoria sino la de nuestros hijos, nietos y bisnietos.

¡Tomemos el desafío!