“Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios”. Salmos 46:10 NVI
Cuando uno se convierte en madre, ciertamente la quietud no es parte de nuestro diario vivir, ya que la maternidad conlleva a siempre estar en movimiento, en acción, atendiendo las necesidades de nuestros hijos, el colegio, las tareas diarias en el hogar, cuando se encuentran enfermos, llevarlos a las clases extracurriculares, etc. Ser madre, es ser todóloga.
Dios demanda QUIETUD en todo momento, esto no significa ser pasivas o cómodas en nuestro rol de madre, más bien el Señor nos dice que debemos hacer todo lo que EL nos guíe a hacer, sin tratar de anteponernos a sus planes, aunque en ocasiones tratamos de ir delante de EL confiando en nuestro propio esfuerzo.
Debemos orar y someter nuestros planes y anhelos que tenemos para nuestros hijos, a Dios, de esta manera nos abrazará un sentido de paz a todo lo que esperamos en EL. Aprendamos a confiar en el Señor, porque EL es DIOS, EL sabe qué, cómo, cuándo y para qué va a permitir cada plan que tiene trazado para cada uno de nuestros hijos. Si hoy no estás viendo con tus ojos físicos lo que anhelas para ese hijo/a, EL te dice que inclines tu corazón con total confianza, quédate tranquila y conoce que EL ES DIOS.
“Cuando te sientas afanada y ansiosa, no desmayes en la oración y reconoce que el es Dios, confía y espera”.