Entonces el rey le dijo al hombre de Dios: -¡Apacigua al Señor tu Dios! ¡Ora por mí, para que se me cure el brazo! El hombre de Dios suplicó al Señor, y al rey se le curó el brazo, quedándole como antes. (1º Reyes 13:6).
¡Este es un profeta con poder! Va hasta donde el rey Jeroboán está adorando a dioses paganos, le dice claramente que está equivocado, profetiza que ese altar será derribado y se retira. Cuando el rey intenta dar la orden para que lo prendan, el brazo que estira queda paralizado.
Desesperado, le pide que le cure el brazo, el profeta ora y el brazo se cura. ¿Qué más se le puede pedir a un hombre de Dios?
El rey, que unos minutos antes lo quería matar, ahora lo invita a que vaya al palacio. Regalos, comida, buen trato; pero el ‘‘perfecto» profeta le responde que no, porque Dios le había ordenado no quedarse. Media vuelta y a casa; por un camino diferente, tal como el Señor había ordenado.
Cuando conseguimos hacer dos cosas seguidas correctas y que sabemos que tienen la bendición de Dios, corremos el riesgo de sentirnos exageradamente seguros de nuestra situación. El profeta anónimo de Judá hizo todo bien, hasta que se sintió seguro. Allí comenzaron sus problemas.
Cuando el anciano de Betel, profeta mentiroso, lo sale a buscar montado en su asno, lo encuentra sentado debajo de una encina. Podemos aceptar que hacía mucho calor en ese momento; pero no consigo imaginar al profeta anónimo de Judá sentado debajo de un árbol, cuando iba caminando al encuentro del rey Jeroboán. Cuando vamos a cumplir la misión, el sentido de urgencia nos lleva sin pausas ni descanso hasta nuestro destino.
Otro detalle interesante es que, seguramente, la distancia entre el árbol elegido para descansar y su casa no sería tanta. Era dar unos cientos de pasos más y salir del espacio que podía colocarlo en situación de desobediencia. Muchas veces es dar “unos pasitos más”, para salir de la zona de la tentación.
Podrás decirme que el profeta sin nombre de Judá fue engañado. Pobre, ¿no? ¿Y tú piensas que el enemigo de Dios te va a tentar diciéndote la verdad? ¡Nunca! Lo único que él espera es verte durmiendo debajo de un árbol.
Extracto del libro 365 Vidas
Por Milton Bentancor